domingo, 30 de diciembre de 2018
Como quien tira una piedra y se pone, encima, una venda
Andan los opinadores profesionales alterados. Si asesinan a una mujer, a otra más, encabezan sus diatribas con un más o menos sentido lamento... Que no sirve de mucho cuando a renglón seguido exponen esa serie de mantras que, bien sabemos, terminan arrojando dudas sobre la víctima, sobre las mujeres que cada vez más enfadadas y furiosas, salen a la calle a exigir medidas concretas para protegernos, a nosotras y a nuestras proles. Porque estamos en peligro, porque nuestros cachorros también son objetivo del terrorismo machista cuando el acceso a la mujer se complica o se hace imposible.
Si en lugar de una asesinada es una violada, estos popes del término medio directamente olvidan la compostura para arrojar toda la difamación posible sobre la víctima y comienza entonces la ordalía porque sabemos todas que en los casos de violación la carga de la prueba recae sobre la víctima y no sobre el único responsable: el violador o violadores.
Hermanas, esto no es nuevo. Es de hecho bien conocido históricamente y se ha llamado de muchas y onerosas formas siendo PROBATIO DIABOLICA el latinajo que más ha cuajado gracias al buen hacer en esta materia de la Santa Inquisición.
Si flotaba atada a piedras en el río, bruja. Si se hundía y se ahogaba, inocente y ese señor rencoroso e iracuando al que llaman Dios Padre, la dejaba entrar en ese reino de asexuación y adoración perruna a un dios con poca o ninguna autoestima por los siglos de los siglos amén.
Si la mujer se mete en casa consumida por el pánico y la ansiedad, loca. Si sale, si intenta recuperar la vida que un desgraciado, o dos, o tres o cinco o treinta intentan destruir, mentirosa, casquivana, siempre sospechosa. Si se resiste a fuer de ser asesinada, candidata cierta a cadáver. Si no lo hace, si decide convertirse en un trozo de carne inmóvil para neutralizar la relación de poder que necesita el violador para consumar su aberrante sexualidad y optar a seguir viva aunque rota, algún juez encuentra que el ambiente era de jolgorio y distensión propia de gentes sin inhibiciones. Las sospechas de que algo así lo diga un togado que va a misa y probablemente sea del Opus Dei o de alguna secta ultramontana de la Santa Iglesia Católica, Romana y Pederasta resultan como poco perturbadoras: sus creencias como poco condenarían tal cosa... Pero no si se trata de creer a una mujer o a cinco cabestros con antecedentes penales, militancia futbolera en su versión más fanatizadas y uniformados en varios casos. Hijos modelo que juran banderan, llevan pistola o fusil de asalto.
Que viva España, que viva el Rey, que viva el Orden y la Ley
Pero a dos tercios de togados en este cortijo ya los conocemos: andan cercanos a besar anillos de obispos y cardenales aunque disculpen y encubran sotanados pederastas (que no pedófilos, como les gusta decir cuando no tienen más remedio), aunque amenacen a las víctimas de sus atropellos impunes, aunque sobornen, aunque insulten a las criaturas a las que su plantilla ha destrozado la vida entera en incontables casos. Llevan tanto tiempo en la impunidad más absoluta que cuando algunas voces tímidas al principio han trascendido sus despachos en los palacios arzobispales para llegar a los juzgados se han mostrado extrañados, se han atrevido a contestar con un "no sabe con quién está usted hablando" o "¿Cómo se atreve a insinuar tal cosa?". Y les sale bien, porque por ahora la inmensa mayoría de casos los ha controlado el jefe romano, que no atiende órdenes ni leyes humanas. Su Reino, hermanas, no es de este mundo. Su teléfono rojo con Dios lo avala, como también los avala el jefe de su Estado supranacional cuando no los retira tras las pretendidas defensas que pasan por vilipendiar lo que ellos llaman IDEOLOGÍA DE GÉNERO, porque el feminismo les ofende en su doble vertiente de reivindicar la igualdad real de derechos entre hombres y mujeres y porque entre las luchas del feminismo y de forma nada despreciable, defiende a todas y cada una de las víctimas de las sotanas lujuriosas que han humillado, atacado, sometido y abusado de niños y niñas desde tiempos inmemoriales.
El feminismo, hermanas, ataca su privilegio frontalmente y saben de forma inequívoca, cuál es el bloque que tienen enfrente señalando sus miserias, sus delitos y su hegemonía basada en someter al cincuenta por ciento de la población del planeta y a la infancia que educan porque el Estado, el poder temporal, delegó en los monopolistas del poder espiritual, creando allá por el año 800 una alianza cuyo mantenimiento es vital para mantener los privilegios de unos y otros... A costa de nuestro sometimiento.
Es conmovedor comprobar que la espada imperial y el solio papal siguen unidos después de las revoluciones burguesas en su odio a la mujer. Es todavía más significativo que los burgueses que se rebelaron se unan al Imperio y al Papado para que las libertades y derechos que debían liberar al HOMBRE no liberen demasiado a la MUJER y no considere seres humanos íntegros a las criaturas. Eso es burguesía, dominación y posesión. Y en poseer mujeres e infantes se aprestaron a ponerse de acuerdo. En poseer inmigrantes no tienen problemas tampoco: les va la ganancia empresarial en ello y les permite ejercer ese poder repugnante que tanto les gusta. Preguntemos a las temporeras de Huelva si la explotación laboral era mayor o menor que la explotación sexual incluida en el precio de esclavas de su trabajo.
¡Vaya! No podemos preguntarles porque se ha archivado tan grave causa!
Cuando la mujer se harta, cuando la mujer exige esos derechos que aristocracia e iglesia reservaban para sí entonces, y sólo entonces, resulta que crispamos, resulta que creamos tensión, que polarizamos la sociedad, que creamos un clima de guerra que enfrenta a hombres y mujeres, que queremos venganza, que somos nazis (sí, nos dicen nazis básicamente aquéllos que honran a la División Azul, a los caídos por Dios y por España y a los que piensan que sacar a toda personas asesinada por el fascismo de las cunetas es reabrir viejas heridas que ya están cerradas. )
Nos llaman histéricas porque la mujer loca es un clásico de la literatura y del imaginario cinematográfico y no hay que explicar lo creíble que es una loca. Nos llaman ofendiditas porque nos plantamos ante quien sea para exigirle que retire palabras ofensivas pronunciadas en nuestra presencia, porque hacemos saber que tal o cual personaje público está haciendo caja a costa de humillar, insultar y vejar siempre a los mismos grupos y curiosamente nunca a aquél al que el gracioso de turno pertenece. Ni disimular saben.
Depredadores de débiles. Una masculinidad que se rebela contra sus enemigos frontales siendo el feminismo radical y el movimiento LGTBI los grandes caballos de batalla. Eso es lo que pasa. Y en estos tiempos los ataques al feminismo radical, que pasan en los medios por responder con toda la fuerza de difusiones masivas y seguidores acríticos que se sienten representados por esta caterva de pontificadores que igual publican un premio Sonrisa Vertical (perfectamente heterosexual y perfectamente machista generalmente) que escriben columnas en L'Osservatore Romano, el órgano escrito del Vaticano; igual insultan independentistas catalanes o jóvenes en Altsasu que a la víctima de una violación grupal; igual hacen una reseña cinematográfica que alaban a tal o cual papa romano porque ser argentino es garantía de apertura.
Qué paciencia, hermanas. Qué paciencia hace falta para seguir escribiendo y razonando cuando este ejercicio ya los agrede. Imaginad si la acción fuera directa y les diésemos razones para llamarnos feminazis (o femibolches, que la que suscribe, puesta a imaginar escenarios demenciados prefiere el gulag por lo de educar y reinsertar a la cámara de gas, otro gran invento de machos desquiciados y primitivos)
Puede que enloquecieran de desesperación.... O puede que, para variar, nos tuvieran que hablar como verdaderas enemigas de sus privilegios y su fuerza, ciega y bruta. Como ellos.
lunes, 30 de abril de 2018
Hermanas, es la guerra
Asumamos que nos van
a llamar victimistas, que nos dirán lloronas, quejicas, flojas,
ñoñas y locas. En definitiva, esto es así desde que las mujeres
empezamos a exigir los derechos que los hombres, el patriarcado, nos
han negado históricamente.
Cualquier mujer con
un pensamiento emancipador desarrollado sabe que fuimos brujas
durante siglos. Era el diablo quien hablaba por nosotras, era Satanás
quien sometía la voluntad del hombre a través de nuestros cuerpos.
O nos ahogaban o nos quemaban si flotábamos. La justicia para las
mujeres era la ordalía, práctica judía, cristiana y de cualquier
religión monoteísta para dirimir si la mujer tiene trato con el
Mal.
La ilustración nos
convirtió en locas. Era un avance superar la posesión demoníaca y
el pacto satánico para ser histéricas en manicomios donde el
electroshock, la masturbación forzada, o sea la violación, las
máscaras, los baños en agua con hielo durante horas vinieron a
tratar tanto el lesbianismo, como la hipersexualidad, como la
masturbación. Todo aquello relacionado con la sexualidad femenina
pasó al ámbito de la psicopatología como símbolo de la Modernidad
rampante. Ya quedaron atrás los tiempos de las ordalías y las
hogueras, de las torturas públicas, de la humillación….Pasamos a
ser recluídas y eliminadas de la sociedad en nombre de la Ciencia en
la que nunca había mujeres. Ellos, los hombres, seguían
determinando nuestra capacidad para ser personas integradas en la
sociedad como madres y esposas decentes. Siempre decentes o de lo
contrario, reclusas, desaparecidas para el mundo toda vez que las
propias familias se desembarazaban de la hija que mostraba una
sexualidad que sólo podían mostrar los hombres.
Llegamos al siglo
XXI y nos encontramos con que el estigma de la locura sigue pesando,
y mucho, a la hora de creer la declaración de una mujer ante un juez
o ante la policía. Se nos evita como sujetos de debate apelando a la
histeria o al feminazismo, expresión que debería significar dientes
rotos cada vez que algún macho desubicado pretende zanjar un debate
en el que el varón no va a renunciar a sus privilegios sexuales,
blindados por ley, blindados por cultura, blindados por mentalidad,
férreamente protegidos por todos los estamentos del Estado.
O morimos
defendiéndonos de la violencia ejercida contra nosotras o nos llaman
putas porque no nos hemos querido jugar la vida. O Nagore o víctima
de la Manada, los jueces y el CGPJ, de la televisión y de la
práctica totalidad de la prensa, donde los violadores a través de
su abogado, ducho en las lides de defender maltratadores reincidentes
compañeros de abogacía y convencido valedor de miembros de cuerpos
de seguridad del Estado que se divierten de paisano drogando
muchachas para violarla en grupo, como si fuera normal, como si el
ocio fuera depredar, como si grabarlo para jactarse ante los que no
han podido irse de cacería de lo machos que son follándose a una
mujer inconsciente por donde quieren y cuanto quieren.
¿Descarnado? Sí, y
si pudiera os pondría el video para que vomitárais, para que no os
quedara ni una duda de quién sobra aquí y de quién ha sido
humillada y ofendida, primero por la piara de cerdos y luego por la
piara de jueces. Finalmente, por la piara de un sistema putrefacto y
en descomposición que se cae a pedazos y que sólo se mantiene por
la fuerza bruta de esos cuerpos de seguridad algunos de cuyos
miembros violan mujeres en sus días libres. En un momento de delirio
sangrante supimos que el guardia civil condenado era el encargado de
asistir a las víctimas de violencia de género en su comandancia.
Decidme si podéis
ir tranquilas a buscar seguridad en un cuerpo que le sigue pagando el
sueldo una vez condenado, decidme si confiáis en un cuerpo que tiene
un violador atendiendo a mujeres rotas por la violencia machista
ejercida contra ellas y sus hijes.
Nos han declarado la
guerra. Ya estaba declarada pero se disimulaba con la discriminación
positiva que ha creado una casta de mujeres que en la práctica
trabajan para el patriarcado, porque las víctimas de violencia de
género son parte de un ghetto para mujeres pobres del que a veces ya
no se puede salir y en el que el Estado puede disponer incluso de les
niñes por pobres, por rotas, por abandonadas.
Al menos ahora se ha
simplificado el panorama. O estáis con nosotras o estáis contra
nosotras. Ya no cabe el término medio.
viernes, 27 de abril de 2018
No es manada, es piara y es mayor de lo que pensáis.
Ayer, tras meses de espera, cosa que nos hacía temer que el asunto iba a hacer sangre, se leyó la sentencia a la mal llamada "manada" puesto que decirles "piara" ya es tratarlos demasiado bien. Tres jueces que no se ponían de acuerdo en si había consentimiento por parte de la víctima, inmovilizada por cinco armarios en un portal, violada repetidamente por donde ellos quisieron y cuantas veces quisieron.
La mujer fue insultada en la vista. Fue humillada con preguntas improcedentes, humillantes y puramente ofensivas. Uno de los jueces llegó a afirmar que era evidente a la vista del video "que no sufrió dolor", una argumentación que estamos hartas de leer con respecto a los toros, que tampoco sufren cuando los rejonean y vomitan sangre.
El abogado de tres de los violadores dio entrevistas donde profundizaba en la clase de golfa que era la muchacha. Se fue con uno, ¿qué quería? No estaba acuchillada, ¿cómo iba a ser violada? No se negó explícitamente cuando era inmovilizada entre cinco tíos que planifican sus salidas con burundanga, centraminas, cuerdas y cloroformo "porque luego todos queremos violar". Ella no dijo no, quizás porque no dejaban de meterle pollas en la boca. Un abogado que tiene en su haber defender a un abogado maltratador denunciado seis veces por su esposa y que gracias a su "buen hacer" fue absuelto. Su ex esposa debe ponerle velas negras todos los días.
Ella no hizo nada por provocar que la rajasen como a un cerdo ergo consintió aunque fuera un poco, por todo lo cual los tres jueces sentencian:
No fue violación sino abuso sexual según dos de ellos. No fue ni abuso sino robo del móvil según Ricardo Javier González, juez al que querríamos ver por la calle muchas como yo.
Se ríen en nuestra cara, nos insultan, nos humillan, nos niegan justicia... ¿Cuántas opciones nos quedan? Pocas, porque no podemos aguantar un segundo más, porque todas sabemos lo que hemos vivido desde niñas o adolescentes, porque sabemos que a nosotras sí nos pasa, porque sabemos que nos meten mano, que nos insultan si nos negamos a aceptar las chorradas de un ligón, porque vamos con el puño cerrado por la calle, y si podemos, con un puño americano, jugándonos una detención si nos pillan los agentes de la ley, otro eslabón necesario en este estado podrido de cosas.
Cinco machos violaron en Pamplona a una chiquilla incapaz de temer tal atrocidad, abogados la pusieron en duda. Los amigos de los violadores miraban video a tiempo real con la hazaña de los cinco degenerados que la violaron, tres jueces la humillaron, muchos hombres vieron el video que pasó a webs pornográficas. Los mismos individuos habían grabado los abusos a una joven inconsciente de burundanga en un coche camino de un pueblo cordobés. No son cinco, son muchos los cómplices necesarios y están en la altas instancia del Estado. Incluso el ministro de Justicia opina que son "penas altas". Otros tienen mujeres, hijos y se ríen con estos cerdos de sus salidas depredadoras.
¿Dónde están las mujeres en la judicatura que deberían alzar la voz? ¿Dónde están las protestas de compañeras del guardia civil? ¿Dónde las explicaciones de sus superiores puesto que era el encargado de atender a las víctimas de violencia de género? ¿Dónde lo castigos ejemplares? Porque yo sólo pienso en cómo debe estar desde ayer la víctima, y odio llamarla así porque es una etiqueta que le han puesto una piara de cerdos exterminables. Ella no era víctima, a ella la han hecho víctima y encima, para hacer más sangrante la cosa, la dejan en ese ghetto miserable para los restos al no hacerle justicia, ni a ella ni a ninguna de nosotras.
No queremos ser víctimas. Es el insulto final. Nos minusvalora como personas. Queremos justicia y si no se nos da, tendremos que plantearnos ejercerla nosotras.
Vosotros veréis qué hacéis, nosotras ya veremos. Y que Darwin, porque no va a ser Dios, reparta suerte.
Y tú, querida hermana nuestra, no estás sola. No lo sientas ni por un momento. Nosotras somos tu manada de lobas furiosas. Hemos perdido el miedo y tú, que todavía estás aterrorizada has de saber que no estás sola. Ya no. Gritaremos contigo, lloraremos contigo, exigiremos justicia contigo. Y la conseguiremos.
La mujer fue insultada en la vista. Fue humillada con preguntas improcedentes, humillantes y puramente ofensivas. Uno de los jueces llegó a afirmar que era evidente a la vista del video "que no sufrió dolor", una argumentación que estamos hartas de leer con respecto a los toros, que tampoco sufren cuando los rejonean y vomitan sangre.
El abogado de tres de los violadores dio entrevistas donde profundizaba en la clase de golfa que era la muchacha. Se fue con uno, ¿qué quería? No estaba acuchillada, ¿cómo iba a ser violada? No se negó explícitamente cuando era inmovilizada entre cinco tíos que planifican sus salidas con burundanga, centraminas, cuerdas y cloroformo "porque luego todos queremos violar". Ella no dijo no, quizás porque no dejaban de meterle pollas en la boca. Un abogado que tiene en su haber defender a un abogado maltratador denunciado seis veces por su esposa y que gracias a su "buen hacer" fue absuelto. Su ex esposa debe ponerle velas negras todos los días.
Ella no hizo nada por provocar que la rajasen como a un cerdo ergo consintió aunque fuera un poco, por todo lo cual los tres jueces sentencian:
No fue violación sino abuso sexual según dos de ellos. No fue ni abuso sino robo del móvil según Ricardo Javier González, juez al que querríamos ver por la calle muchas como yo.
Se ríen en nuestra cara, nos insultan, nos humillan, nos niegan justicia... ¿Cuántas opciones nos quedan? Pocas, porque no podemos aguantar un segundo más, porque todas sabemos lo que hemos vivido desde niñas o adolescentes, porque sabemos que a nosotras sí nos pasa, porque sabemos que nos meten mano, que nos insultan si nos negamos a aceptar las chorradas de un ligón, porque vamos con el puño cerrado por la calle, y si podemos, con un puño americano, jugándonos una detención si nos pillan los agentes de la ley, otro eslabón necesario en este estado podrido de cosas.
Cinco machos violaron en Pamplona a una chiquilla incapaz de temer tal atrocidad, abogados la pusieron en duda. Los amigos de los violadores miraban video a tiempo real con la hazaña de los cinco degenerados que la violaron, tres jueces la humillaron, muchos hombres vieron el video que pasó a webs pornográficas. Los mismos individuos habían grabado los abusos a una joven inconsciente de burundanga en un coche camino de un pueblo cordobés. No son cinco, son muchos los cómplices necesarios y están en la altas instancia del Estado. Incluso el ministro de Justicia opina que son "penas altas". Otros tienen mujeres, hijos y se ríen con estos cerdos de sus salidas depredadoras.
¿Dónde están las mujeres en la judicatura que deberían alzar la voz? ¿Dónde están las protestas de compañeras del guardia civil? ¿Dónde las explicaciones de sus superiores puesto que era el encargado de atender a las víctimas de violencia de género? ¿Dónde lo castigos ejemplares? Porque yo sólo pienso en cómo debe estar desde ayer la víctima, y odio llamarla así porque es una etiqueta que le han puesto una piara de cerdos exterminables. Ella no era víctima, a ella la han hecho víctima y encima, para hacer más sangrante la cosa, la dejan en ese ghetto miserable para los restos al no hacerle justicia, ni a ella ni a ninguna de nosotras.
No queremos ser víctimas. Es el insulto final. Nos minusvalora como personas. Queremos justicia y si no se nos da, tendremos que plantearnos ejercerla nosotras.
Vosotros veréis qué hacéis, nosotras ya veremos. Y que Darwin, porque no va a ser Dios, reparta suerte.
Y tú, querida hermana nuestra, no estás sola. No lo sientas ni por un momento. Nosotras somos tu manada de lobas furiosas. Hemos perdido el miedo y tú, que todavía estás aterrorizada has de saber que no estás sola. Ya no. Gritaremos contigo, lloraremos contigo, exigiremos justicia contigo. Y la conseguiremos.
domingo, 3 de julio de 2016
Razones para ser una tía chunga
A las mujeres que tenemos cierta edad, incluso en casas donde el fanatismo religioso no era algo demasiado sangrante, nos educaron a veces inconscientemente esperando de nosotras que fuésemos una versión mejorada de nuestras madres. Ya podíamos estudiar pero que nos casáramos, cuidásemos de las casa, del marido, de los hijos que debíamos tener, que trabajásemos fuera de casa aunque tampoco era cuestión de superar al esposo que, en definitiva, y como letras grabadas en piedra, seguía siendo el cabeza de familia.
Naturalmente, no todas dijimos no. Algunas hicieron exactamente lo que se esperaba de ellas. novio en la adolescencia, estudios medios o superiores para ejercerlos o no, y boda temprana porque los hijos hay que tenerlos jóvenes.
Otras, sin embargo, jamás hicimos nada de lo que se esperaba de nosotras. Queríamos llevar vaqueros rotos, chupa de cuero con tachuelas y chapas, botas Martens o militares, queríamos beber, ir a conciertos a participar de la catarsis colectiva de cientos de personas en un estado de ebriedad dionisíaca. Queríamos saber qué eran la alteración de la conciencia, queríamos experimentar sexualmente, queríamos bebernos la vida y caminar por el lado salvaje atisbando que era más interesante que la autopista que te presentaba esa sociedad a la que ya despreciábamos sin que supiéramos las razones exactas del odio.
Las tías chungas follábamos y le partíamos la boca a quien se atreviera a juzgar. Las tías chungas nos reíamos y reímos con los ovarios. Las tías chungas se defienden solas. Las tías chungas se cagan en Dios y beben cerveza como un tío. Las tías chungas tienen más amigos que amigas porque no se horrorizan por un eructo e incluso pueden concursar a ver quién lo hace más bruto.
Las tías chungas vamos a todas partes, las tías chungas son lo mejor que te puede pasar aunque sólo dure una noche porque en la chunguedad hay más autenticidad que en todo el postureo puramente teórico de un aula universitaria. Además, muchas también pasamos por ahí por lo que no sólo somos grandes amantes y confidentes. Somos grandes conversadoras y tías muy divertidas.
Pon una tía chunga en tu vida, amiga.
martes, 28 de junio de 2016
Vomitando bilis y odio
Vaya por delante que odio la sensiblería y el melodrama, que odio todo aquello de lo que se puede hacer un telefilm de sobremesa de sábado. Aborrezco esos cartelitos que, antes de empezar una mala película, aseguran que está basada en hechos reales.
Desde este altavoz que cada día seguís más, hablo clara y brutalmente de lo que en mi opinión es o debería ser el feminismo, puedo expresar mi rabia por cada injusticia que se comete contra mujeres, gays, transexuales, bisexuales o lesbianas vivan donde vivan, hablen la la lengua que hablen o tengan el color de piel que tengan. Intento así como miembro de Akerra que la igualdad y el feminismo sean reales y tangibles porque no entiendo una sociedad civilizada que no asuma esto y lo grabe a fuego en sus meninges.
Lo que nunca he dicho es desde dónde hablo, lo que he callado es en qué lugar anida mi propia rabia y hoy he decidido que debía contarlo porque me siento hipócrita hablando tan claro con respecto a las demás cuando yo no he sido capaz de pasar página y mantengo un resquicio en la puerta por la que recurrentemente entra el horror, el dolor y la angustia que todavía no he superado.
Yo pasé por el maltrato, de hecho sobreviví a él casi por milagro o más bien por un empeño rayano en la obcecación, porque decidí que no iba a morir a ningún precio en sus manos. Me vi sola y aislada, sufrí el rechazo y la incredulidad de quienes se llamaron amigos e incluso de parte de mi familia. Buena parte de esto fue culpa mía porque lavé su cara frente a mi entorno por no reconocer que estaba viviendo un infierno que empezó un año antes del desenlace terrible, dramático y doloroso que tuvo una relación de diez años en los que no fui capaz de ver hasta qué punto era un psicópata quien decía amarme.
Os pido disculpas por utilizar este altavoz como una suerte de terapia pero alguien en quien confío me ha sugerido que mi propia experiencia quizás sea más útil que la teoría venga de donde venga. No hay teoría que se sostenga sin praxis. Y así estoy exorcizando demonios, los que me asaltan de noche cuando apago la luz, estoy vomitando la bilis que acumulé durante años por darme cuenta de que me había convertido en menos que nada, que me odiaba, que sentía y todavía siento que no servía ni sirvo para nada, que era un desecho humano, que era incapaz de ser algo parecido a una buena compañera, madre, amiga, amante o trabajadora, que si no era en relación a él no podría sobrevivir siquiera aunque esa supervivencia significara renunciar a mi familia, amigos y conocidos e incluso a hablar con una vecina en el rellano a la vuelta de pasear a mi perra.
Tuvo que ser en una situación límite, ante la inminente muerte de mi padre, que fui consciente de que él sólo me consideraba buena en la medida en que renunciaba a todo. Cuando me pidió sinceridad sobre mi pasado, ya lejano, lo más hermoso que recibí fue "puta", "zorra" o "desecho moral". Mi pasado adolescente y juvenil, enterrado desde que que me enamoré de él era inaceptable aunque lo amaba tanto que nunca tuve ojos para otra persona. Los reproches e insultos se me dirigían por haber gozado de una vida sexual autónoma en la que yo marcaba mis pautas, en la que la experimentación y la liberación que considero deseables para toda mujer eran motivo de auto de fe en el cual mi pareja se autoerigía en fiscal, juez y jurado mientras me negaba el derecho a defenderme de algo que ni siquiera necesitaba explicación.
De nada sirvió haber querido y tratado a sus hijos con todo el amor del mundo. De nada sirvió para atenuar la condena el traer a su madre alcohólica, anciana y fascista a vivir con nosotros para que yo me ocupara de ella recibiendo como premio calificativos constantes como "manceba", "barragana" o "concubina" por no estar casada. Ni siquiera sirvió de nada que se me muriera a mí para que él impidiese que cuidara a mi padre en sus últimos días.
Cuando exigí cuidar de mi padre y pasar su final a su lado fui secuestrada y privada de sueño y comida con el reconocimiento expreso por su parte de que siendo tratada como un preso de Guantánamo sería más fácil doblegar mi voluntad.
Fui sometida a algo llamado "psicoanálisis salvaje" aunque le dije que ninguna pareja puede ser el terapeuta de su compañero o compañera a lo cual contestó que en su caso sí porque era él quien tenía que desmontarme para conseguir una de dos cosas: o hacerme "digna de su cama" o mi suicidio por ser demasiado débil. En aquel momento vi con claridad meridiana que estaba en manos de un psicópata enloquecido y en mi mente se instaló una idea: "Voy a sobrevivir"
¿Cómo lo logré? Fingiendo. Asentía a sus locuras sin llevarle jamás la contraria mientras un mantra me aferraba a la vida. Ese mantra era un canción de los Stooges, "No fun". Lo miraba atentamente y asentía mientras en mi cabeza repetía "No fun, my babe, no fun". Cuando no sonaba Iggy Pop planeba cómo matarlo porque lo reconozco, buscaba la forma de escapar aunque fuese yendo a la cárcel por haberlo eliminado. Pude escapar en un descuido suyo y no tuve que jugarme más la vida en un enfrentamiento con un tipo mucho más grande y fuerte que yo pero nunca se me pasó por la cabeza el suicidio porque la idea de que mi padre agonizante recibiera la noticia de la muerte de su hija para escapar de la tortura de un sádico me desgarraba y me rebelaba.
Mientras estuve vigilada y totalmente aislada del exterior mentía por sistema cuando conseguía hablar con alguien. Mentía para que mis padres no sufrieran, mentía por la vergüenza que me producía verme, culta y teóricamente liberada sometida a tal humillación, mentía para no tener que reconocer que enamorarme de él había sido el mayor error de mi vida y que podía costarme la vida, mentía para no decir que si no visitaba a los míos era porque él los despreciaba, mentía para salvar su puta cara y no tener que explicar y explicarme que estaba loco y que como hombre inteligente que era su peligrosidad era más que doble. Mentía para que ningún amigo o mi hermano se buscase la ruina matándolo para defenderme y sacarme de aquel infierno pero he de reconocer que el principal motiva era la vergüenza de reconocer por dónde estaba pasando.
Perdí dos tallas en diez días, escapé con dos mudas, el portátil que me dejó mi padre y seiscientos euros que conseguí sacar del cajero para empezar una nueva vida. Por aquel dinero además de puta fui ladrona aunque allí se quedó toda mi vida: mi biblioteca amorosamente creada desde la primera adolescencia, mis fotos, cartas, objetos que me importaban la herencia de mi abuela a la que quería con locura, mi perra y mi gata de las cuales me despedía llorando con el corazón roto en pedazos porque no podía llevarlas conmigo sin saber siquiera cuál sería mi destino. Tenía una hora como máximo para sobrevivir y eso hice. Busqué ayuda en alguien cuya dirección no pudiera localizar porque la desconocía, le supliqué en una nota que no llamara a mis padres porque no iría a su casa y que tuviese piedad de mi padre, cosa que no tuvo porque llamó inmediatamente para mostrar su preocupación por mi estado mental y el miedo que tenía a que me hubiese ido para suicidarme pero que me quería y que lo que tenía que hacer era volver. Para entonces yo lo único que tenía en mente era irme a donde él no pudiera encontrarme de ninguna forma, intentar recuperarme y buscar la ayuda de mis padres cuando mi estado no fuera el de un cadáver incapaz de comer y dormir hasta que me doparon para que la falta de sueño no me volviese irremediablemente loca.
Sobreviví, pero el daño que me hizo no ha desaparecido. Nunca he sido la persona de antes. Ataques de pánico, ansiedad extrema, fobia social, miedo, desconfianza, agorafobia, rabia, terrores nocturnos, destrucción de mi autoestima, odio que no perdono porque se ha instalado en mi pecho y no soy capaz de erradicarlo aunque sé que mis seres queridos no lo merecen. Intento superarlo todavía hoy pero las heridas son profundas y al no denunciar siento que no se ha pasado la página. Mías son las terapias, los antidepresivos y los ansiolíticos cada cierto tiempo porque la espada de Damocles del miedo no deja de estar sobre mi cabeza.
Contarlo es el primer paso, denunciarlo y conseguir recuperar mis cosas el segundo. Mientras siga pareciendo respetable en su importante puesto de trabajo, mientras siga gozando del crédito de quien negó que pasara por aquello, mientras viva creyendo que sus actos no tienen consecuencias yo no dormiré tranquila ni cerraré definitivamente esa puerta al horror que no termina de cerrarse.
Desde este altavoz que cada día seguís más, hablo clara y brutalmente de lo que en mi opinión es o debería ser el feminismo, puedo expresar mi rabia por cada injusticia que se comete contra mujeres, gays, transexuales, bisexuales o lesbianas vivan donde vivan, hablen la la lengua que hablen o tengan el color de piel que tengan. Intento así como miembro de Akerra que la igualdad y el feminismo sean reales y tangibles porque no entiendo una sociedad civilizada que no asuma esto y lo grabe a fuego en sus meninges.
Lo que nunca he dicho es desde dónde hablo, lo que he callado es en qué lugar anida mi propia rabia y hoy he decidido que debía contarlo porque me siento hipócrita hablando tan claro con respecto a las demás cuando yo no he sido capaz de pasar página y mantengo un resquicio en la puerta por la que recurrentemente entra el horror, el dolor y la angustia que todavía no he superado.
Yo pasé por el maltrato, de hecho sobreviví a él casi por milagro o más bien por un empeño rayano en la obcecación, porque decidí que no iba a morir a ningún precio en sus manos. Me vi sola y aislada, sufrí el rechazo y la incredulidad de quienes se llamaron amigos e incluso de parte de mi familia. Buena parte de esto fue culpa mía porque lavé su cara frente a mi entorno por no reconocer que estaba viviendo un infierno que empezó un año antes del desenlace terrible, dramático y doloroso que tuvo una relación de diez años en los que no fui capaz de ver hasta qué punto era un psicópata quien decía amarme.
Os pido disculpas por utilizar este altavoz como una suerte de terapia pero alguien en quien confío me ha sugerido que mi propia experiencia quizás sea más útil que la teoría venga de donde venga. No hay teoría que se sostenga sin praxis. Y así estoy exorcizando demonios, los que me asaltan de noche cuando apago la luz, estoy vomitando la bilis que acumulé durante años por darme cuenta de que me había convertido en menos que nada, que me odiaba, que sentía y todavía siento que no servía ni sirvo para nada, que era un desecho humano, que era incapaz de ser algo parecido a una buena compañera, madre, amiga, amante o trabajadora, que si no era en relación a él no podría sobrevivir siquiera aunque esa supervivencia significara renunciar a mi familia, amigos y conocidos e incluso a hablar con una vecina en el rellano a la vuelta de pasear a mi perra.
Tuvo que ser en una situación límite, ante la inminente muerte de mi padre, que fui consciente de que él sólo me consideraba buena en la medida en que renunciaba a todo. Cuando me pidió sinceridad sobre mi pasado, ya lejano, lo más hermoso que recibí fue "puta", "zorra" o "desecho moral". Mi pasado adolescente y juvenil, enterrado desde que que me enamoré de él era inaceptable aunque lo amaba tanto que nunca tuve ojos para otra persona. Los reproches e insultos se me dirigían por haber gozado de una vida sexual autónoma en la que yo marcaba mis pautas, en la que la experimentación y la liberación que considero deseables para toda mujer eran motivo de auto de fe en el cual mi pareja se autoerigía en fiscal, juez y jurado mientras me negaba el derecho a defenderme de algo que ni siquiera necesitaba explicación.
De nada sirvió haber querido y tratado a sus hijos con todo el amor del mundo. De nada sirvió para atenuar la condena el traer a su madre alcohólica, anciana y fascista a vivir con nosotros para que yo me ocupara de ella recibiendo como premio calificativos constantes como "manceba", "barragana" o "concubina" por no estar casada. Ni siquiera sirvió de nada que se me muriera a mí para que él impidiese que cuidara a mi padre en sus últimos días.
Cuando exigí cuidar de mi padre y pasar su final a su lado fui secuestrada y privada de sueño y comida con el reconocimiento expreso por su parte de que siendo tratada como un preso de Guantánamo sería más fácil doblegar mi voluntad.
Fui sometida a algo llamado "psicoanálisis salvaje" aunque le dije que ninguna pareja puede ser el terapeuta de su compañero o compañera a lo cual contestó que en su caso sí porque era él quien tenía que desmontarme para conseguir una de dos cosas: o hacerme "digna de su cama" o mi suicidio por ser demasiado débil. En aquel momento vi con claridad meridiana que estaba en manos de un psicópata enloquecido y en mi mente se instaló una idea: "Voy a sobrevivir"
¿Cómo lo logré? Fingiendo. Asentía a sus locuras sin llevarle jamás la contraria mientras un mantra me aferraba a la vida. Ese mantra era un canción de los Stooges, "No fun". Lo miraba atentamente y asentía mientras en mi cabeza repetía "No fun, my babe, no fun". Cuando no sonaba Iggy Pop planeba cómo matarlo porque lo reconozco, buscaba la forma de escapar aunque fuese yendo a la cárcel por haberlo eliminado. Pude escapar en un descuido suyo y no tuve que jugarme más la vida en un enfrentamiento con un tipo mucho más grande y fuerte que yo pero nunca se me pasó por la cabeza el suicidio porque la idea de que mi padre agonizante recibiera la noticia de la muerte de su hija para escapar de la tortura de un sádico me desgarraba y me rebelaba.
Mientras estuve vigilada y totalmente aislada del exterior mentía por sistema cuando conseguía hablar con alguien. Mentía para que mis padres no sufrieran, mentía por la vergüenza que me producía verme, culta y teóricamente liberada sometida a tal humillación, mentía para no tener que reconocer que enamorarme de él había sido el mayor error de mi vida y que podía costarme la vida, mentía para no decir que si no visitaba a los míos era porque él los despreciaba, mentía para salvar su puta cara y no tener que explicar y explicarme que estaba loco y que como hombre inteligente que era su peligrosidad era más que doble. Mentía para que ningún amigo o mi hermano se buscase la ruina matándolo para defenderme y sacarme de aquel infierno pero he de reconocer que el principal motiva era la vergüenza de reconocer por dónde estaba pasando.
Perdí dos tallas en diez días, escapé con dos mudas, el portátil que me dejó mi padre y seiscientos euros que conseguí sacar del cajero para empezar una nueva vida. Por aquel dinero además de puta fui ladrona aunque allí se quedó toda mi vida: mi biblioteca amorosamente creada desde la primera adolescencia, mis fotos, cartas, objetos que me importaban la herencia de mi abuela a la que quería con locura, mi perra y mi gata de las cuales me despedía llorando con el corazón roto en pedazos porque no podía llevarlas conmigo sin saber siquiera cuál sería mi destino. Tenía una hora como máximo para sobrevivir y eso hice. Busqué ayuda en alguien cuya dirección no pudiera localizar porque la desconocía, le supliqué en una nota que no llamara a mis padres porque no iría a su casa y que tuviese piedad de mi padre, cosa que no tuvo porque llamó inmediatamente para mostrar su preocupación por mi estado mental y el miedo que tenía a que me hubiese ido para suicidarme pero que me quería y que lo que tenía que hacer era volver. Para entonces yo lo único que tenía en mente era irme a donde él no pudiera encontrarme de ninguna forma, intentar recuperarme y buscar la ayuda de mis padres cuando mi estado no fuera el de un cadáver incapaz de comer y dormir hasta que me doparon para que la falta de sueño no me volviese irremediablemente loca.
Sobreviví, pero el daño que me hizo no ha desaparecido. Nunca he sido la persona de antes. Ataques de pánico, ansiedad extrema, fobia social, miedo, desconfianza, agorafobia, rabia, terrores nocturnos, destrucción de mi autoestima, odio que no perdono porque se ha instalado en mi pecho y no soy capaz de erradicarlo aunque sé que mis seres queridos no lo merecen. Intento superarlo todavía hoy pero las heridas son profundas y al no denunciar siento que no se ha pasado la página. Mías son las terapias, los antidepresivos y los ansiolíticos cada cierto tiempo porque la espada de Damocles del miedo no deja de estar sobre mi cabeza.
Contarlo es el primer paso, denunciarlo y conseguir recuperar mis cosas el segundo. Mientras siga pareciendo respetable en su importante puesto de trabajo, mientras siga gozando del crédito de quien negó que pasara por aquello, mientras viva creyendo que sus actos no tienen consecuencias yo no dormiré tranquila ni cerraré definitivamente esa puerta al horror que no termina de cerrarse.
sábado, 25 de junio de 2016
EL FEMINISMO NO ES LO QUE TÚ DIGAS QUE ES FEMINISMO, BURGUESA.
No importa dónde nos
ubiquemos, las sociedades capitalistas desarrolladas han asumido el
feminismo como parte de su discurso hegemónico. Desde hace décadas
vemos el ascenso al poder tradicionalmente reservado a los hombres de
mujeres que ocupan puestos relevantes en grandes empresas,
multinacionales, ministerios y presidencias de gobierno. Pensemos en
Dilma Rousseff en Brasil, en Cristina Kirchner en Argentina, en
Michelle Bachelet en Chile, en Keiko Fujimori acercándose a la
presidencia de Perú. Pensemos en Margaret Thatcher, en Angela
Merkel, en Christine Lagarde, en Madeleine Albright, en Hillary
Clinton, en Marine LePen, en Ségolene Royal, en Esperanza Aguirre,
en Ana Patricia Botín, en Cristina Garmendia, en Ada Colau, en
Mónica Oltra, en Carolina Bescansa y en tantas otras que nos dicen
desde los noticieros que la mujer ha llegado al poder para quedarse.
Bien, ése no es mi feminismo.
Eso ni siquiera es feminismo. Es parte del discurso de explotación
capitalista en el que de forma oportunista un cierto porcentaje de
mujeres, frecuentemente pertenecientes a las clases dominantes se han
integrado para reproducir todos y cada uno de los valores de
explotación del hombre por el hombre, de la mujer por la mujer, en
definitiva del capitalismo.
Partamos de la base de que
dentro del sistema capitalista la opción reformista no es sino
perpetuación del sistema de explotación que es la base misma de la
subsistencia y reproducción capitalistas. Todo lo que no sea abolir
ese estado de cosas es parte del problema, jamás su solución y en
ese sentido sólo se puede ser honestamente feminista desde el
anarquismo. Simple y claro.
El capitalismo y sus
sociedades han creado un sistema paternalista e insultante para
"integrar" a las mujeres en los engranajes que rezuman
sangre. Nos incluyen mediante porcentajes establecidos por ley sin
tener en cuenta jamás la valía de quien accede a esos porcentajes.
Cuando hay que elaborar listas electorales y faltan mujeres hay que
encontrarlas a cualquier precio porque si no es así la lista será
invalidada. Es decir, el Estado y sus cómplices femeninas llaman a
esto discriminación positiva. Se oculta oportunamente que esa
discriminación no suele beneficiar a las mujeres trabajadores, sino
a las féminas de la clase media o alta y occidentales.
La clave misma de este
discurso es el “acceso al poder”. Seguramente muchas sabemos lo
largamente que reflexionó Michel Foucault sobre la naturaleza del
poder. En su esencia corrompe a quien lo ostenta toda vez que crea
una sensación de impunidad que no es saludable en términos
humanistas. Corrupción, impunidad, superioridad, elitismo, tales son
las características que acompañan a quien detenta el poder, sea
hombre o sea mujer. Asimismo, el poder está en la base de cualquier
relación de dominación y como anarquistas aspiramos a abolir esas
relaciones. No las queremos, las rechazamos con más o menos
violencia. Detestamos ver a las mujeres emponderadas (esa palabra que
tanto gusta en los cenáculos del feminismo burgués de nuevo cuño)
vistiendo ropas de alta costura, detestamos que todas sean blancas,
nos produce repugnancia verlas bajas de coches conducidos por
chóferes, odiamos su presencia en Bildelberg y odiamos más aún que
se nos venda esa presencia como un triunfo de todas. No, no lo es. Es
un fracaso. Es el fracaso del mejor feminismo que pudo apuntarse
desde los años 60, es un fracaso de la conspiración WITCH, es un
fracaso de la lucha de las mujeres negras y orgullosas que no son
Michelle Obama.
No queremos cuotas, sino
igualdad real, no queremos ser parte del sistema, queremos abolir el
sistema, no queremos estar en los consejos de administración de
ninguna multinacional, queremos dinamitarlos, no queremos que el papa
nos integre en su loca secta, queremos destruirla hasta los cimientos
y con ella su ideología de muerte.
Aspiramos a la vida, a que
ninguna de nosotras sea asesinada por un macho, aspiramos a ser
libres sea cual sea nuestro color de piel, aspiramos a sustituir la
competitividad por la sororidad, el individualismo por la
solidaridad, pero eso, hermanas, supone mucho trabajo y ahí es donde
espero que nos encontremos: en las calles hasta que se haga justicia
con todas nosotras... O la hagamos nosotras para variar.
Como dice la hermana más punk de todas: "¡Feminismo de clase o barbarie!
"
miércoles, 1 de junio de 2016
La Gran Ramera de Babilonia.
Y la mujer estaba vestida de púrpura y de grana, y dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas, teniendo un cáliz de oro en su mano lleno de abominaciones y de la suciedad de su fornicación;
Biblia, 1569, Apocalipsis, 17:4
El Cardenal Primado Antonio Cañizares, encumbrado a las mayores alturas del colegio Cardenalicio por esos dos adalides de la Modernidad que fueron Juan Pablo II y luego Benedicto XVI, se ha colocado desde su nombramiento al frente de la diócesis valenciana en el lugar agusanado que dejó Rouco Varela cuando vio cambiar los aires vaticanos y que sus inversiones en la extrema derecha española -ahora en los tribunales, Ausbanc, Manos Limpias- o sus escarceos con milicias armadas de extrema derecha católica como El Yunque acabarían igual que los Legionarios de Cristo: intervenidos por una ejecutiva técnica desde el Vaticano que eliminó a la cúpula y pasó a tomar el control de las ingentes fortunas que habían acumulado sobre todo en América Latina.
El Cardenal Primado Cañizares ofrece la garantía de titulares y portadas que oscilan entre la estupefacción, el asco, la risa histérica o el puro asombro. También tiene ese puntito que parece convertirlo en el "poli malo" para que Bergoglio parezca el "poli bueno". La que suscribe no se cree nada : Dios ha muerto....¿No oímos todavía el ruído de los sepultureros enterrando a Dios? que decía Nietzsche. O sea, partiendo de que la Iglesia Católica es una estructura ideológica perpetuada en el tiempo sólo por razones políticas y patrimoniales, que hace casi dos milenios dejó de aportar algo relativamente positivo al pensamiento humano (y esto siendo generosas), lo mejor que nos puede suceder es que se extingan escenificando dramáticamente su putrefacción, algo que hacen maravillosamente. De hecho, están muertos pero no se han enterado. Poseen tantas riquezas que se creen vivos. Como hacen cosas de vivos y nadie les informa de cómo se les cae la carne a pedazos, se fingen vivos pero hace siglos que los enterró la Ciencia. Y los enterró la Revolución Francesa, la Rusa, cada política de igualdad que se conquistó derramando tanta sangre. Los derrotó el Feminismo al ser considerada la mujer sujeto de pleno derecho, los enterraron todos los colectivos ofendidos y humillados por la ideología de seres célibes que en un acto de suprema osadía, centraban todo el foco del discurso más manipulador en el control del sexo y la reproducción. Los enterró la humilde píldora anticonceptiva, el aborto y todo tipo de contracepción y anticoncepción
Cañizares es un hooligan de la Contrarreforma. Si Bergoglio pide moderación, él se viste de ramera babilónica envuelta en seda y púrpura. Si parece insinuar que igual se están pasando en el discurso misógino, él pide "desobediencia" ante leyes injustas a su rebaño, esto es, frente a las las leyes que proscriben toda discriminación en razón de sexo o condición sexual. Si el argentino parece no querer entrar en polémicas políticas importantes, Cañizares organiza una misa por la unidad de España el día de la jornada de reflexión ante las generales tras pedir el voto para el PP (el cual, por cierto, ha declarado que es muy libre de decir lo que quiera aunque se han quedado solos apoyando tácitamente esta payasada rancia)
Las feministas, insidiosas como somos y como buenas herederas de las brujas que los ancestros de Cañizares no pudieron quemar, nos hemos hecho cultas a su pesar y queremos lo mismo para el resto de las mujeres. Queremos su extinción para no tener que volver a saber de niños y niñas violados y de violadores ocultados por la curia para seguir ejerciendo su perversidad impunemente, para no tener que leer lo que ya es pura locura cuando no severa discapacidad mental con imágenes de sus caras agusanadas y putrefactas, los queremos barridos de la faz de la Tierra para que el ser humano tenga el derecho de empezar a ser libre sin ser maltratado psicológicamente desde la infancia en la escuela con su adoctrinamiento, los queremos fuera del mundo, del universo. No servís ni para hacer desfiles. Eso, curillas, os lo ganó por la mano Federico Fellini que os conocía tan bien como os conocemos nosotras:
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