martes, 28 de junio de 2016

Vomitando bilis y odio

Vaya por delante que odio la sensiblería y el melodrama, que odio todo aquello de lo que se puede hacer un telefilm de sobremesa de sábado. Aborrezco esos cartelitos que, antes de empezar una mala película, aseguran que está basada en hechos reales.

Desde este altavoz que cada día seguís más, hablo clara y brutalmente de lo que en mi opinión es o debería ser el feminismo, puedo expresar mi rabia por cada injusticia que se comete contra mujeres, gays, transexuales, bisexuales o lesbianas vivan donde vivan, hablen la la lengua que hablen o tengan el color de piel que tengan. Intento así como miembro de Akerra que la igualdad y el feminismo sean reales y tangibles porque no entiendo una sociedad civilizada que no asuma esto y lo grabe a fuego en sus meninges.

Lo que nunca he dicho es desde dónde hablo, lo que he callado es en qué lugar anida mi propia rabia y hoy he decidido que debía contarlo porque me siento hipócrita hablando tan claro con respecto a las demás cuando yo no he sido capaz de pasar página y mantengo un resquicio en la puerta por la que recurrentemente entra el horror, el dolor y la angustia que todavía no he superado.

Yo pasé por el maltrato, de hecho sobreviví a él casi por milagro o más bien por un empeño rayano en la obcecación, porque decidí que no iba a morir a ningún precio en sus manos. Me vi sola y aislada, sufrí el rechazo y la incredulidad de quienes se llamaron amigos e incluso de parte de mi familia. Buena parte de esto fue culpa mía porque lavé su cara frente a mi entorno por no reconocer que estaba viviendo un infierno que empezó un año antes del desenlace terrible, dramático y doloroso que tuvo una relación de diez años en los que no fui capaz de ver hasta qué punto era un psicópata quien decía amarme.

Os pido disculpas por utilizar este altavoz como una suerte de terapia pero alguien en quien confío me ha sugerido que mi propia experiencia quizás sea más útil que la teoría venga de donde venga. No hay teoría que se sostenga sin praxis. Y así estoy exorcizando demonios, los que me asaltan de noche cuando apago la luz, estoy vomitando la bilis que acumulé durante años por darme cuenta de que me había convertido en menos que nada, que me odiaba, que sentía y todavía siento que no servía ni sirvo para nada, que era un desecho humano, que era incapaz de ser algo parecido a una buena compañera, madre, amiga, amante o trabajadora, que si no era en relación a él no podría sobrevivir siquiera aunque esa supervivencia significara renunciar a mi familia, amigos y conocidos e incluso a hablar con una vecina en el rellano a la vuelta de pasear a mi perra.

Tuvo que ser en una situación límite, ante la inminente muerte de mi padre, que fui consciente de  que él sólo me consideraba buena en la medida en que renunciaba a todo. Cuando me pidió sinceridad sobre mi pasado, ya lejano, lo más hermoso que recibí fue "puta", "zorra" o "desecho moral". Mi pasado adolescente y juvenil, enterrado desde que que me enamoré de él era inaceptable aunque lo amaba tanto que nunca tuve ojos para otra persona. Los reproches e insultos se me dirigían por haber gozado de una vida sexual autónoma en la que yo marcaba mis pautas, en la que la experimentación y la liberación que considero deseables para toda mujer eran motivo de auto de fe en el cual mi pareja se autoerigía en fiscal, juez y jurado mientras me negaba el derecho a defenderme de algo que ni siquiera necesitaba explicación.

De nada sirvió haber querido y tratado a sus hijos con todo el amor del mundo. De nada sirvió para atenuar la condena el traer a su madre alcohólica, anciana y fascista a vivir con nosotros para que yo me ocupara de ella recibiendo como premio calificativos constantes como "manceba", "barragana" o "concubina" por no estar casada. Ni siquiera sirvió de nada que se me muriera a mí para que él impidiese que cuidara a mi padre en sus últimos días.

Cuando exigí cuidar de mi padre y pasar su final a su lado fui secuestrada y privada de sueño y comida con el reconocimiento expreso por su parte de que siendo tratada como un preso de Guantánamo sería más fácil doblegar mi voluntad.

Fui sometida a algo llamado "psicoanálisis salvaje" aunque le dije que ninguna pareja puede ser el terapeuta de su compañero o compañera a lo cual contestó que en su caso sí porque era él quien tenía que desmontarme para conseguir una de dos cosas: o hacerme "digna de su cama" o mi suicidio por ser demasiado débil. En aquel momento vi con claridad meridiana que estaba en manos de un psicópata enloquecido y en mi mente se instaló una idea: "Voy a sobrevivir"

¿Cómo lo logré? Fingiendo. Asentía a sus locuras sin llevarle jamás la contraria mientras un mantra me aferraba a la vida. Ese mantra era un canción de los Stooges, "No fun". Lo miraba atentamente y asentía mientras en mi cabeza repetía "No fun, my babe, no fun". Cuando no sonaba Iggy Pop planeba cómo matarlo  porque lo reconozco, buscaba la forma de escapar aunque fuese yendo a la cárcel por haberlo eliminado. Pude escapar en un descuido suyo y no tuve que jugarme más la vida en un enfrentamiento con un tipo mucho más grande y fuerte que yo pero nunca se me pasó por la cabeza el suicidio porque la idea de que mi padre agonizante recibiera la noticia de la muerte de su hija para escapar de la tortura de un sádico me desgarraba y me rebelaba.

Mientras estuve vigilada y totalmente aislada del exterior mentía por sistema cuando conseguía hablar con alguien. Mentía para que mis padres no sufrieran, mentía por la vergüenza que me producía verme, culta y teóricamente liberada sometida a tal humillación, mentía para no tener que reconocer que enamorarme de él había sido el mayor error de mi vida y que podía costarme la vida, mentía para no decir que si no visitaba a los míos era porque él los despreciaba, mentía para salvar su puta cara y no tener que explicar y explicarme que estaba loco y que como hombre inteligente que era su peligrosidad era más que doble. Mentía para que ningún amigo o mi hermano se buscase la ruina matándolo para defenderme y sacarme de aquel infierno pero he de reconocer que el principal motiva era la vergüenza de reconocer por dónde estaba pasando.

Perdí dos tallas en diez días, escapé con dos mudas, el portátil que me dejó mi padre y seiscientos euros que conseguí sacar del cajero para empezar una nueva vida. Por aquel dinero además de puta fui ladrona aunque allí se quedó toda mi vida: mi biblioteca amorosamente creada desde la primera adolescencia, mis fotos, cartas, objetos que me importaban la herencia de mi abuela a la que quería con locura, mi perra y mi gata de las cuales me despedía llorando con el corazón roto en pedazos porque no podía llevarlas conmigo sin saber siquiera cuál sería mi destino. Tenía una hora como máximo para sobrevivir y eso hice. Busqué ayuda en alguien cuya dirección no pudiera localizar porque la desconocía, le supliqué en una nota que no llamara a mis padres porque no iría a su casa y que tuviese piedad de mi padre, cosa que no tuvo porque llamó inmediatamente para mostrar su preocupación por mi estado mental y el miedo que tenía a que me hubiese ido para suicidarme pero que me quería y que lo que tenía que hacer era volver. Para entonces yo lo único que tenía en mente era irme a donde él no pudiera encontrarme de ninguna forma, intentar recuperarme y buscar la ayuda de mis padres cuando mi estado no fuera el de un cadáver incapaz de comer y dormir hasta que me doparon para que la falta de sueño no me volviese irremediablemente loca.

Sobreviví, pero el daño que me hizo no ha desaparecido. Nunca he sido la persona de antes. Ataques de pánico, ansiedad extrema, fobia social, miedo, desconfianza, agorafobia, rabia, terrores nocturnos, destrucción de mi autoestima, odio que no perdono porque se ha instalado en mi pecho y no soy capaz de erradicarlo aunque sé que mis seres queridos no lo merecen. Intento superarlo todavía hoy pero las heridas son profundas y al no denunciar siento que no se ha pasado la página. Mías son las terapias, los antidepresivos y los ansiolíticos cada cierto tiempo porque la espada de Damocles del miedo no deja de estar sobre mi cabeza.

Contarlo es el primer paso, denunciarlo y conseguir recuperar mis cosas el segundo. Mientras siga pareciendo respetable en su importante puesto de trabajo, mientras siga gozando del crédito de quien negó que pasara por aquello, mientras viva creyendo que sus actos no tienen consecuencias yo no dormiré tranquila ni cerraré definitivamente esa puerta al horror que no termina de cerrarse.



sábado, 25 de junio de 2016

EL FEMINISMO NO ES LO QUE TÚ DIGAS QUE ES FEMINISMO, BURGUESA.





No importa dónde nos ubiquemos, las sociedades capitalistas desarrolladas han asumido el feminismo como parte de su discurso hegemónico. Desde hace décadas vemos el ascenso al poder tradicionalmente reservado a los hombres de mujeres que ocupan puestos relevantes en grandes empresas, multinacionales, ministerios y presidencias de gobierno. Pensemos en Dilma Rousseff en Brasil, en Cristina Kirchner en Argentina, en Michelle Bachelet en Chile, en Keiko Fujimori acercándose a la presidencia de Perú. Pensemos en Margaret Thatcher, en Angela Merkel, en Christine Lagarde, en Madeleine Albright, en Hillary Clinton, en Marine LePen, en Ségolene Royal, en Esperanza Aguirre, en Ana Patricia Botín, en Cristina Garmendia, en Ada Colau, en Mónica Oltra, en Carolina Bescansa y en tantas otras que nos dicen desde los noticieros que la mujer ha llegado al poder para quedarse.


Bien, ése no es mi feminismo. Eso ni siquiera es feminismo. Es parte del discurso de explotación capitalista en el que de forma oportunista un cierto porcentaje de mujeres, frecuentemente pertenecientes a las clases dominantes se han integrado para reproducir todos y cada uno de los valores de explotación del hombre por el hombre, de la mujer por la mujer, en definitiva del capitalismo.


Partamos de la base de que dentro del sistema capitalista la opción reformista no es sino perpetuación del sistema de explotación que es la base misma de la subsistencia y reproducción capitalistas. Todo lo que no sea abolir ese estado de cosas es parte del problema, jamás su solución y en ese sentido sólo se puede ser honestamente feminista desde el anarquismo. Simple y claro.


El capitalismo y sus sociedades han creado un sistema paternalista e insultante para "integrar" a las mujeres en los engranajes que rezuman sangre. Nos incluyen mediante porcentajes establecidos por ley sin tener en cuenta jamás la valía de quien accede a esos porcentajes. Cuando hay que elaborar listas electorales y faltan mujeres hay que encontrarlas a cualquier precio porque si no es así la lista será invalidada. Es decir, el Estado y sus cómplices femeninas llaman a esto discriminación positiva. Se oculta oportunamente que esa discriminación no suele beneficiar a las mujeres trabajadores, sino a las féminas de la clase media o alta y occidentales.


La clave misma de este discurso es el “acceso al poder”. Seguramente muchas sabemos lo largamente que reflexionó Michel Foucault sobre la naturaleza del poder. En su esencia corrompe a quien lo ostenta toda vez que crea una sensación de impunidad que no es saludable en términos humanistas. Corrupción, impunidad, superioridad, elitismo, tales son las características que acompañan a quien detenta el poder, sea hombre o sea mujer. Asimismo, el poder está en la base de cualquier relación de dominación y como anarquistas aspiramos a abolir esas relaciones. No las queremos, las rechazamos con más o menos violencia. Detestamos ver a las mujeres emponderadas (esa palabra que tanto gusta en los cenáculos del feminismo burgués de nuevo cuño) vistiendo ropas de alta costura, detestamos que todas sean blancas, nos produce repugnancia verlas bajas de coches conducidos por chóferes, odiamos su presencia en Bildelberg y odiamos más aún que se nos venda esa presencia como un triunfo de todas. No, no lo es. Es un fracaso. Es el fracaso del mejor feminismo que pudo apuntarse desde los años 60, es un fracaso de la conspiración WITCH, es un fracaso de la lucha de las mujeres negras y orgullosas que no son Michelle Obama.


No queremos cuotas, sino igualdad real, no queremos ser parte del sistema, queremos abolir el sistema, no queremos estar en los consejos de administración de ninguna multinacional, queremos dinamitarlos, no queremos que el papa nos integre en su loca secta, queremos destruirla hasta los cimientos y con ella su ideología de muerte.


Aspiramos a la vida, a que ninguna de nosotras sea asesinada por un macho, aspiramos a ser libres sea cual sea nuestro color de piel, aspiramos a sustituir la competitividad por la sororidad, el individualismo por la solidaridad, pero eso, hermanas, supone mucho trabajo y ahí es donde espero que nos encontremos: en las calles hasta que se haga justicia con todas nosotras... O la hagamos nosotras para variar.

Como dice la hermana más punk de todas: "¡Feminismo de clase o barbarie!
"

miércoles, 1 de junio de 2016

La Gran Ramera de Babilonia.


Y la mujer estaba vestida de púrpura y de grana, y dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas, teniendo un cáliz de oro en su mano lleno de abominaciones y de la suciedad de su fornicación;

Biblia, 1569, Apocalipsis, 17:4
El Cardenal Primado Antonio Cañizares, encumbrado a las mayores alturas del colegio Cardenalicio por esos dos adalides de la Modernidad que fueron Juan Pablo II y luego Benedicto XVI, se ha colocado desde su nombramiento al frente de la diócesis valenciana en el lugar agusanado que dejó Rouco Varela cuando vio cambiar los aires vaticanos y que sus inversiones en la extrema derecha española -ahora en los tribunales, Ausbanc, Manos Limpias- o sus escarceos con milicias armadas de extrema derecha católica como El Yunque acabarían igual que los Legionarios de Cristo: intervenidos por una ejecutiva técnica desde el Vaticano que eliminó a la cúpula y pasó a tomar el control de las ingentes fortunas que habían acumulado sobre todo en América Latina.
El Cardenal Primado Cañizares ofrece la garantía de titulares y portadas que oscilan entre la estupefacción, el asco, la risa histérica o el puro asombro. También tiene ese puntito que parece convertirlo en el "poli malo" para que Bergoglio parezca el "poli bueno". La que suscribe no se cree nada : Dios ha muerto....¿No oímos todavía el ruído de los sepultureros enterrando a Dios? que decía Nietzsche. O sea, partiendo de que la Iglesia Católica es una estructura ideológica perpetuada en el tiempo sólo por razones políticas y patrimoniales, que hace casi dos milenios dejó de aportar algo relativamente positivo al pensamiento humano (y esto siendo generosas), lo mejor que nos puede suceder es que se extingan escenificando dramáticamente su putrefacción, algo que hacen maravillosamente. De hecho, están muertos pero no se han enterado. Poseen tantas riquezas que se creen vivos. Como hacen cosas de vivos y nadie les informa de cómo se les cae la carne a pedazos, se fingen vivos pero hace siglos que los enterró la Ciencia. Y los enterró la Revolución Francesa, la Rusa, cada política de igualdad que se conquistó derramando tanta sangre. Los derrotó el Feminismo al ser considerada la mujer sujeto de pleno derecho, los enterraron todos los colectivos ofendidos y humillados por la ideología de seres célibes que en un acto de suprema osadía, centraban todo el foco del discurso más manipulador en el control del sexo y la reproducción. Los enterró la humilde píldora anticonceptiva, el aborto y todo tipo de contracepción y anticoncepción
Cañizares es un hooligan de la Contrarreforma. Si Bergoglio pide moderación, él se viste de ramera babilónica envuelta en seda y púrpura. Si parece insinuar que igual se están pasando en el discurso misógino, él pide "desobediencia" ante leyes injustas a su rebaño, esto es, frente a las las leyes que proscriben toda discriminación en razón de sexo o condición sexual. Si el argentino parece no querer entrar en polémicas políticas importantes, Cañizares organiza una misa por la unidad de España el día de la jornada de reflexión ante las generales tras pedir el voto para el PP (el cual, por cierto, ha declarado que es muy libre de decir lo que quiera aunque se han quedado solos apoyando tácitamente esta payasada rancia)
Las feministas, insidiosas como somos y como buenas herederas de las brujas que los ancestros de Cañizares no pudieron quemar, nos hemos hecho cultas a su pesar y queremos lo mismo para el resto de las mujeres. Queremos su extinción para no tener que volver a saber de niños y niñas violados y de violadores ocultados por la curia para seguir ejerciendo su perversidad impunemente, para no tener que leer lo que ya es pura locura cuando no severa discapacidad mental con imágenes de sus caras agusanadas y putrefactas, los queremos barridos de la faz de la Tierra para que el ser humano tenga el derecho de empezar a ser libre sin ser maltratado psicológicamente desde la infancia en la escuela con su adoctrinamiento, los queremos fuera del mundo, del universo. No servís ni para hacer desfiles. Eso, curillas, os lo ganó por la mano Federico Fellini que os conocía tan bien como os conocemos nosotras: