domingo, 30 de diciembre de 2018

Como quien tira una piedra y se pone, encima, una venda



Andan los opinadores profesionales alterados. Si asesinan a una mujer, a otra más, encabezan sus diatribas con un más o menos sentido lamento... Que no sirve de mucho cuando a renglón seguido exponen esa serie de mantras que, bien sabemos, terminan arrojando dudas sobre la víctima, sobre las mujeres que cada vez más enfadadas y furiosas, salen a la calle a exigir medidas concretas para protegernos, a nosotras y a nuestras proles. Porque estamos en peligro, porque nuestros cachorros también son objetivo del terrorismo machista cuando el acceso a la mujer se complica o se hace imposible.

Si en lugar de una asesinada es una violada, estos popes del término medio directamente olvidan la compostura para arrojar toda la difamación posible sobre la víctima y comienza entonces la ordalía porque sabemos todas que en los casos de violación la carga de la prueba recae sobre la víctima y no sobre el único responsable: el violador o violadores.

Hermanas, esto no es nuevo. Es de hecho bien conocido históricamente y se ha llamado de muchas y onerosas formas siendo PROBATIO DIABOLICA  el latinajo que más ha cuajado gracias al buen hacer en esta materia de la Santa Inquisición.

Si flotaba atada a piedras en el río, bruja. Si se hundía y se ahogaba, inocente y ese señor rencoroso e iracuando al que llaman Dios Padre, la dejaba entrar en ese reino de asexuación y adoración perruna a un dios con poca o ninguna autoestima por los siglos de los siglos amén.

Si la mujer se mete en casa consumida por el pánico y la ansiedad, loca. Si sale, si intenta recuperar la vida que un desgraciado, o dos, o tres o cinco o treinta intentan destruir, mentirosa, casquivana, siempre sospechosa. Si se resiste a fuer de ser asesinada, candidata cierta a cadáver. Si no lo hace, si decide convertirse en un trozo de carne inmóvil para neutralizar la relación de poder que necesita el violador para consumar su aberrante sexualidad y optar a seguir viva aunque rota, algún juez encuentra que el ambiente era de jolgorio y distensión propia de gentes sin inhibiciones. Las sospechas de que algo así lo diga un togado que va a misa y probablemente sea del Opus Dei o de alguna secta ultramontana de la Santa Iglesia Católica, Romana y Pederasta resultan como poco perturbadoras: sus creencias como poco condenarían tal cosa... Pero no si se trata de creer a una mujer o a cinco cabestros con antecedentes penales, militancia futbolera en su versión más fanatizadas y uniformados en varios casos. Hijos modelo que juran banderan, llevan pistola o fusil de asalto.

Que viva España, que viva el Rey, que viva el Orden y la Ley




Pero a dos tercios de togados en este cortijo ya los conocemos: andan cercanos a besar anillos de obispos y cardenales aunque disculpen y encubran sotanados pederastas (que no pedófilos, como les gusta decir cuando no tienen más remedio), aunque amenacen a las víctimas de sus atropellos impunes, aunque sobornen, aunque insulten a las criaturas a las que su plantilla ha destrozado la vida entera en incontables casos. Llevan tanto tiempo en la impunidad más absoluta que cuando algunas voces tímidas al principio han trascendido sus despachos en los palacios arzobispales para llegar a los juzgados se han mostrado extrañados, se han atrevido a contestar con un "no sabe con quién está usted hablando" o "¿Cómo se atreve a insinuar tal cosa?". Y les sale bien, porque por ahora la inmensa mayoría de casos los ha controlado el jefe romano, que no atiende órdenes ni leyes humanas. Su Reino, hermanas, no es de este mundo. Su teléfono rojo con Dios lo avala, como también los avala el jefe de su Estado supranacional cuando no los retira tras las pretendidas defensas que pasan por vilipendiar lo que ellos llaman IDEOLOGÍA DE GÉNERO, porque el feminismo les ofende en su doble vertiente de reivindicar la igualdad real de derechos entre hombres y mujeres y porque entre las luchas del feminismo y de forma nada despreciable, defiende a todas y cada una de las víctimas de las sotanas lujuriosas que han humillado, atacado, sometido y abusado de niños y niñas desde tiempos inmemoriales. 

El feminismo, hermanas, ataca su privilegio frontalmente y saben de forma inequívoca, cuál es el bloque que tienen enfrente señalando sus miserias, sus delitos y su hegemonía basada en someter al cincuenta por ciento de la población del planeta y a la infancia que educan porque el Estado, el poder temporal, delegó en los monopolistas del poder espiritual, creando allá por el año 800 una alianza cuyo mantenimiento es vital para mantener los privilegios de unos y otros... A costa de nuestro sometimiento.

Es conmovedor comprobar que la espada imperial y el solio papal siguen unidos después de las revoluciones burguesas en su odio a la mujer. Es todavía más significativo que los burgueses que se rebelaron se unan al Imperio y al Papado para que las libertades y derechos que debían liberar al HOMBRE no liberen demasiado a la MUJER y no considere seres humanos íntegros a las criaturas. Eso es burguesía, dominación y posesión. Y en poseer mujeres e infantes se aprestaron a ponerse de acuerdo. En poseer inmigrantes no tienen problemas tampoco: les va la ganancia empresarial en ello y les permite ejercer ese poder repugnante que tanto les gusta. Preguntemos a las temporeras de Huelva si la explotación laboral era mayor o menor que la explotación sexual incluida en el precio de esclavas de su trabajo. 

¡Vaya! No podemos preguntarles porque se ha archivado tan grave causa!

Cuando la mujer se harta, cuando la mujer exige esos derechos que aristocracia e iglesia reservaban para sí entonces, y sólo entonces, resulta que crispamos, resulta que creamos tensión, que polarizamos la sociedad, que creamos un clima de guerra que enfrenta a hombres y mujeres, que queremos venganza, que somos nazis (sí, nos dicen nazis básicamente aquéllos que honran a la División Azul, a los caídos por Dios y por España y a los que piensan que sacar a toda personas asesinada por el fascismo de las cunetas es reabrir viejas heridas que ya están cerradas. )

Nos llaman histéricas porque la mujer loca es un clásico de la literatura y del imaginario cinematográfico y no hay que explicar lo creíble que es una loca. Nos llaman ofendiditas porque nos plantamos ante quien sea para exigirle que retire palabras ofensivas pronunciadas en nuestra presencia, porque hacemos saber que tal o cual personaje público está haciendo caja a costa de humillar, insultar y vejar siempre a los mismos grupos y curiosamente nunca a aquél al que el gracioso de turno pertenece. Ni disimular saben.



Depredadores de débiles. Una masculinidad que se rebela contra sus enemigos frontales siendo el feminismo radical y el movimiento LGTBI los grandes caballos de batalla. Eso es lo que pasa. Y en estos tiempos los ataques al feminismo radical, que pasan en los medios por responder con toda la fuerza de difusiones masivas y seguidores acríticos que se sienten representados por esta caterva de pontificadores que igual publican un premio Sonrisa Vertical (perfectamente heterosexual   y perfectamente machista generalmente) que escriben columnas en L'Osservatore Romano, el órgano escrito del Vaticano; igual insultan independentistas catalanes o jóvenes en Altsasu que a la víctima de una violación grupal; igual hacen una reseña cinematográfica que alaban a tal o cual papa romano porque ser argentino es garantía de apertura. 


Qué paciencia, hermanas. Qué paciencia hace falta para seguir escribiendo y razonando cuando este ejercicio ya los agrede. Imaginad si la acción fuera directa y les diésemos razones para llamarnos feminazis (o femibolches, que la que suscribe, puesta a imaginar escenarios demenciados prefiere el gulag por lo de educar y reinsertar a la cámara de gas, otro gran invento de machos desquiciados y primitivos)

Puede que enloquecieran de desesperación.... O puede que, para variar, nos tuvieran que hablar como verdaderas enemigas de sus privilegios y su fuerza, ciega y bruta. Como ellos.




lunes, 30 de abril de 2018

Hermanas, es la guerra



Asumamos que nos van a llamar victimistas, que nos dirán lloronas, quejicas, flojas, ñoñas y locas. En definitiva, esto es así desde que las mujeres empezamos a exigir los derechos que los hombres, el patriarcado, nos han negado históricamente.

Cualquier mujer con un pensamiento emancipador desarrollado sabe que fuimos brujas durante siglos. Era el diablo quien hablaba por nosotras, era Satanás quien sometía la voluntad del hombre a través de nuestros cuerpos. O nos ahogaban o nos quemaban si flotábamos. La justicia para las mujeres era la ordalía, práctica judía, cristiana y de cualquier religión monoteísta para dirimir si la mujer tiene trato con el Mal.

La ilustración nos convirtió en locas. Era un avance superar la posesión demoníaca y el pacto satánico para ser histéricas en manicomios donde el electroshock, la masturbación forzada, o sea la violación, las máscaras, los baños en agua con hielo durante horas vinieron a tratar tanto el lesbianismo, como la hipersexualidad, como la masturbación. Todo aquello relacionado con la sexualidad femenina pasó al ámbito de la psicopatología como símbolo de la Modernidad rampante. Ya quedaron atrás los tiempos de las ordalías y las hogueras, de las torturas públicas, de la humillación….Pasamos a ser recluídas y eliminadas de la sociedad en nombre de la Ciencia en la que nunca había mujeres. Ellos, los hombres, seguían determinando nuestra capacidad para ser personas integradas en la sociedad como madres y esposas decentes. Siempre decentes o de lo contrario, reclusas, desaparecidas para el mundo toda vez que las propias familias se desembarazaban de la hija que mostraba una sexualidad que sólo podían mostrar los hombres.

Llegamos al siglo XXI y nos encontramos con que el estigma de la locura sigue pesando, y mucho, a la hora de creer la declaración de una mujer ante un juez o ante la policía. Se nos evita como sujetos de debate apelando a la histeria o al feminazismo, expresión que debería significar dientes rotos cada vez que algún macho desubicado pretende zanjar un debate en el que el varón no va a renunciar a sus privilegios sexuales, blindados por ley, blindados por cultura, blindados por mentalidad, férreamente protegidos por todos los estamentos del Estado.

O morimos defendiéndonos de la violencia ejercida contra nosotras o nos llaman putas porque no nos hemos querido jugar la vida. O Nagore o víctima de la Manada, los jueces y el CGPJ, de la televisión y de la práctica totalidad de la prensa, donde los violadores a través de su abogado, ducho en las lides de defender maltratadores reincidentes compañeros de abogacía y convencido valedor de miembros de cuerpos de seguridad del Estado que se divierten de paisano drogando muchachas para violarla en grupo, como si fuera normal, como si el ocio fuera depredar, como si grabarlo para jactarse ante los que no han podido irse de cacería de lo machos que son follándose a una mujer inconsciente por donde quieren y cuanto quieren.

¿Descarnado? Sí, y si pudiera os pondría el video para que vomitárais, para que no os quedara ni una duda de quién sobra aquí y de quién ha sido humillada y ofendida, primero por la piara de cerdos y luego por la piara de jueces. Finalmente, por la piara de un sistema putrefacto y en descomposición que se cae a pedazos y que sólo se mantiene por la fuerza bruta de esos cuerpos de seguridad algunos de cuyos miembros violan mujeres en sus días libres. En un momento de delirio sangrante supimos que el guardia civil condenado era el encargado de asistir a las víctimas de violencia de género en su comandancia.

Decidme si podéis ir tranquilas a buscar seguridad en un cuerpo que le sigue pagando el sueldo una vez condenado, decidme si confiáis en un cuerpo que tiene un violador atendiendo a mujeres rotas por la violencia machista ejercida contra ellas y sus hijes.

Nos han declarado la guerra. Ya estaba declarada pero se disimulaba con la discriminación positiva que ha creado una casta de mujeres que en la práctica trabajan para el patriarcado, porque las víctimas de violencia de género son parte de un ghetto para mujeres pobres del que a veces ya no se puede salir y en el que el Estado puede disponer incluso de les niñes por pobres, por rotas, por abandonadas.


Al menos ahora se ha simplificado el panorama. O estáis con nosotras o estáis contra nosotras. Ya no cabe el término medio.


viernes, 27 de abril de 2018

No es manada, es piara y es mayor de lo que pensáis.

Ayer, tras meses de espera, cosa que nos hacía temer que el asunto iba a hacer sangre, se leyó la sentencia a la mal llamada "manada" puesto que decirles "piara" ya es tratarlos demasiado bien. Tres jueces que no se ponían de acuerdo en si había consentimiento por parte de la víctima, inmovilizada por cinco armarios en un portal, violada repetidamente por donde ellos quisieron y cuantas veces quisieron.

La mujer fue insultada en la vista. Fue humillada con preguntas improcedentes, humillantes y puramente ofensivas. Uno de los jueces llegó a afirmar que era evidente a la vista del video "que no sufrió dolor", una argumentación que estamos hartas de leer con respecto a los toros, que tampoco sufren cuando los rejonean y vomitan sangre.

El abogado de tres de los violadores dio entrevistas donde profundizaba en la clase de golfa que era la muchacha. Se fue con uno, ¿qué quería? No estaba acuchillada, ¿cómo iba a ser violada? No se negó explícitamente cuando era inmovilizada entre cinco tíos que planifican sus salidas con burundanga, centraminas, cuerdas y cloroformo "porque luego todos queremos violar". Ella no dijo no, quizás porque no dejaban de meterle pollas en la boca. Un abogado que tiene en su haber defender a un abogado maltratador denunciado seis veces por su esposa y que gracias a su "buen hacer" fue absuelto. Su  ex esposa debe ponerle velas negras todos los días.

Ella no hizo nada por provocar que la rajasen como a un cerdo ergo consintió aunque fuera un poco, por todo lo cual los tres jueces sentencian:

No fue violación sino abuso sexual según dos de ellos. No fue ni abuso sino robo del móvil según Ricardo Javier González, juez al que querríamos ver por la calle muchas como yo.

Se ríen en nuestra cara, nos insultan, nos humillan, nos niegan justicia... ¿Cuántas opciones nos quedan? Pocas, porque no podemos aguantar un segundo más, porque todas sabemos lo que hemos vivido desde niñas o adolescentes, porque sabemos que a nosotras sí nos pasa, porque sabemos que nos meten mano, que nos insultan si nos negamos a aceptar las chorradas de un ligón, porque vamos con el puño cerrado por la calle, y si podemos, con un puño americano, jugándonos una detención si nos pillan los agentes de la ley, otro eslabón necesario en este estado podrido de cosas.

Cinco machos violaron en Pamplona a una chiquilla incapaz de temer tal atrocidad, abogados la pusieron en duda. Los amigos de los violadores miraban video a tiempo real con la hazaña de los cinco degenerados que la violaron, tres jueces la humillaron, muchos hombres vieron el video que pasó a webs pornográficas. Los mismos individuos habían grabado los abusos a una joven inconsciente de burundanga en un coche camino de un pueblo cordobés. No son cinco, son muchos los cómplices necesarios y están en la altas instancia del Estado. Incluso el ministro de Justicia opina que son "penas altas". Otros tienen mujeres, hijos y se ríen con estos cerdos de sus salidas depredadoras.

¿Dónde están las mujeres en la judicatura que deberían alzar la voz? ¿Dónde están las protestas de compañeras del guardia civil? ¿Dónde las explicaciones de sus superiores puesto que era el encargado de atender a las víctimas de violencia de género? ¿Dónde lo castigos ejemplares? Porque yo sólo pienso en cómo debe estar desde ayer la víctima, y odio llamarla así porque es una etiqueta que le han puesto una piara de cerdos exterminables. Ella no era víctima, a ella la han hecho víctima y encima, para hacer más sangrante la cosa, la dejan en ese ghetto miserable para los restos al no hacerle justicia, ni a ella ni a ninguna de nosotras.

No queremos ser víctimas. Es el insulto final. Nos minusvalora como personas. Queremos justicia y si no se nos da, tendremos que plantearnos ejercerla nosotras.

Vosotros veréis qué hacéis, nosotras ya veremos. Y que Darwin, porque no va a ser Dios, reparta suerte.

Y tú, querida hermana nuestra, no estás sola. No lo sientas ni por un momento. Nosotras somos tu manada de lobas furiosas. Hemos perdido el miedo y tú, que todavía estás aterrorizada has de saber que no estás sola. Ya no. Gritaremos contigo, lloraremos contigo, exigiremos justicia contigo. Y la conseguiremos.