Asumamos que nos van
a llamar victimistas, que nos dirán lloronas, quejicas, flojas,
ñoñas y locas. En definitiva, esto es así desde que las mujeres
empezamos a exigir los derechos que los hombres, el patriarcado, nos
han negado históricamente.
Cualquier mujer con
un pensamiento emancipador desarrollado sabe que fuimos brujas
durante siglos. Era el diablo quien hablaba por nosotras, era Satanás
quien sometía la voluntad del hombre a través de nuestros cuerpos.
O nos ahogaban o nos quemaban si flotábamos. La justicia para las
mujeres era la ordalía, práctica judía, cristiana y de cualquier
religión monoteísta para dirimir si la mujer tiene trato con el
Mal.
La ilustración nos
convirtió en locas. Era un avance superar la posesión demoníaca y
el pacto satánico para ser histéricas en manicomios donde el
electroshock, la masturbación forzada, o sea la violación, las
máscaras, los baños en agua con hielo durante horas vinieron a
tratar tanto el lesbianismo, como la hipersexualidad, como la
masturbación. Todo aquello relacionado con la sexualidad femenina
pasó al ámbito de la psicopatología como símbolo de la Modernidad
rampante. Ya quedaron atrás los tiempos de las ordalías y las
hogueras, de las torturas públicas, de la humillación….Pasamos a
ser recluídas y eliminadas de la sociedad en nombre de la Ciencia en
la que nunca había mujeres. Ellos, los hombres, seguían
determinando nuestra capacidad para ser personas integradas en la
sociedad como madres y esposas decentes. Siempre decentes o de lo
contrario, reclusas, desaparecidas para el mundo toda vez que las
propias familias se desembarazaban de la hija que mostraba una
sexualidad que sólo podían mostrar los hombres.
Llegamos al siglo
XXI y nos encontramos con que el estigma de la locura sigue pesando,
y mucho, a la hora de creer la declaración de una mujer ante un juez
o ante la policía. Se nos evita como sujetos de debate apelando a la
histeria o al feminazismo, expresión que debería significar dientes
rotos cada vez que algún macho desubicado pretende zanjar un debate
en el que el varón no va a renunciar a sus privilegios sexuales,
blindados por ley, blindados por cultura, blindados por mentalidad,
férreamente protegidos por todos los estamentos del Estado.
O morimos
defendiéndonos de la violencia ejercida contra nosotras o nos llaman
putas porque no nos hemos querido jugar la vida. O Nagore o víctima
de la Manada, los jueces y el CGPJ, de la televisión y de la
práctica totalidad de la prensa, donde los violadores a través de
su abogado, ducho en las lides de defender maltratadores reincidentes
compañeros de abogacía y convencido valedor de miembros de cuerpos
de seguridad del Estado que se divierten de paisano drogando
muchachas para violarla en grupo, como si fuera normal, como si el
ocio fuera depredar, como si grabarlo para jactarse ante los que no
han podido irse de cacería de lo machos que son follándose a una
mujer inconsciente por donde quieren y cuanto quieren.
¿Descarnado? Sí, y
si pudiera os pondría el video para que vomitárais, para que no os
quedara ni una duda de quién sobra aquí y de quién ha sido
humillada y ofendida, primero por la piara de cerdos y luego por la
piara de jueces. Finalmente, por la piara de un sistema putrefacto y
en descomposición que se cae a pedazos y que sólo se mantiene por
la fuerza bruta de esos cuerpos de seguridad algunos de cuyos
miembros violan mujeres en sus días libres. En un momento de delirio
sangrante supimos que el guardia civil condenado era el encargado de
asistir a las víctimas de violencia de género en su comandancia.
Decidme si podéis
ir tranquilas a buscar seguridad en un cuerpo que le sigue pagando el
sueldo una vez condenado, decidme si confiáis en un cuerpo que tiene
un violador atendiendo a mujeres rotas por la violencia machista
ejercida contra ellas y sus hijes.
Nos han declarado la
guerra. Ya estaba declarada pero se disimulaba con la discriminación
positiva que ha creado una casta de mujeres que en la práctica
trabajan para el patriarcado, porque las víctimas de violencia de
género son parte de un ghetto para mujeres pobres del que a veces ya
no se puede salir y en el que el Estado puede disponer incluso de les
niñes por pobres, por rotas, por abandonadas.
Al menos ahora se ha
simplificado el panorama. O estáis con nosotras o estáis contra
nosotras. Ya no cabe el término medio.
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